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Hay un antes y después de Lou Reed y para recordarlo invitamos a diferentes personajes de la industria musical para que escribieran sobre Lou, su legado y cómo marcó sus vidas. A lo largo de la semana nos despediremos del gran Lou Reed como se debe, celebrando la carrera de un ícono.

Empezamos con un texto de Elvira Liceaga, mejor conocida como Elvis, ha trabajado en la industria musical en publicaciones como R&R y la estación de radio Reactor 105.7. Se graduó de la UNAM en 2005 como licenciada en Filosofía y recientemente ha pasado la mayor parte de su tiempo en Nueva York, completando una maestría en Creative Writing becada por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Actualmente es locutora en RMX.

En su libro Love Goes To Buildings on Fire, Five Years in New York that Changed the Music Forever, Will Hermes, crítico de la revista Rolling Stone, narra en las primeras páginas cómo los setenta comenzaron con la carrera de solista de Lou Reed. Transformer, álbum producido por David Bowie y Mick Ronson, se dio a conocer por su primer sencillo “Walk on the Wild Side” a principios del ‘73.

“La mayoría de los que la escucharon no tenían idea de que los personajes de la canción –Holly el travesti, Candy, la reina del blow-job, Little Joy, el prostituto gay, Sugar Plum Fairy, el cruiser de Harlem, Jackie el adicto al speed– eran personas reales… miembros de la familia artística de Reed en la Fábrica de Andy Warhol, ese salón, club o incubadora cultural que en ese momento estaba ubicado en el sexto piso del número 33 de la calle Union Square West.”

Lou Reed no fue la primera ni la última persona en retratar un Nueva York subcultural, sin embargo, la experiencia musical que le dio Velvet Underground, la experiencia social de haber vivido en la calle Ludlow del Lower East Side en aquella época, frecuentado Max’s, el bar donde se reunían las personas de la Fábrica, y las drogas que consumía con su compañero de banda y departamento, John Cale, influyeron en el reflejo de lo neoyorquino de Reed.

Los sencillos de Lou Reed sonaban en estaciones de radio independientes como WBAI 9.5FM, izquierdistas y financiadas por sus radioescuchas, donde unos años después Patti Smith, quien llegó a la ciudad en el ‘67 y se mudó al Hotel Chelsea en el ‘69, haría su primera residencia. Era un Nueva York alternativo y endogámico, los artistas eran gran parte de los críticos y los medios no respondían a poderes corporativos.

En la parte baja de Manhattan, CBGBs, Max Kansas City, Club 82 o The Bottom Line recibían a bandas como los Talking Heads, Blondie and the Heartbrakers, Ramones, et al. En el lado oeste, la calle Christopher era el centro gay más importante de la isla y la música electrónica atascaba los bares. Al norte, el nacimiento de la New York Salsa en Harlem, preexistida por el Boogaloo, llevaría unos años más tarde a Willie Colón y a Rubén Blades al Madison Square Garden. Y aún más al norte, en el Bronx, Afrika Bambaataa, pincharía canciones de Kraftwerk en parques y casas.

Hasta ayer, Lou Reed pasaba tiempo con su esposa Laurie Anderson en un silencioso penthouse en el área del parque del Río Hudson, un espacio de trabajo que tuvo desde el ‘74, desde donde observó el 9/11. Se quejaba, con la particular impaciencia de los que nacieron en Nueva York, de las nuevas planeaciones urbanas que transforman la ciudad, que la convierten en una ciudad elitista.
El Brookdale donde nació Lou Reed en el ‘43 ha sufrido poca gentrificación a comparación del resto de Brooklyn; un proceso que va empujando a las clases bajas hacia Long Island, donde Reed creció. Queens, donde se encuentra el Creedmoor Psychiatric Hosptial en el que de adolescente recibió un tratamiento de electroshocks en el ‘59, es ahora un área debatida entre los impersonales edificios nuevos y los viejos barrios extranjeros. Pero el Lower East Side sigue sucio y recibiendo en pequeños escenarios a grupos nuevos que podrían hacer historia, bandas a las que la poesía, los acordes y la libertad de Lou Reed, uno de los originales de Nueva York, habrán influenciado a través de generaciones de músicos con su propia sensibilidad crítica. En un Nueva York donde, por originales como él, el rock es una de las arterias del arte popular.