Foto: Daniel Patlán / LifeBoxset

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Recuerden que pueden ver Coachella -lo bueno y lo malo- a través de la transmisión en vivo del festival.

Realidad 1: La memoria me falla. Ya estoy viejo.
No tengo clara la fecha en la que los reencuentros de leyendas retiradas o separadas por diferencias “irreconciliables” se pusieron de moda. Lo que sí se, es que muy pero muy pocas han sido lo que esperábamos. Y tiene lógica. Cuando las “ra$$$$ones” para que una banda regrese a los escenarios se limitan a la cantidad de billetes de alta denominación que hay en la mesa, el resultado es predecible: shows sin alma, por compromiso, cumplidores, que atentan directamente contra la imagen inmaculada que los verdaderos fans guardan en su corazoncito.

Realidad 2: Coachella lleva un rato sin presentarnos a un headliner que nos emocione de verdad. Hace un año Blur dio lo que seguramente fue el show más triste de su carrera (vacío, apagado, irrelevante). A Phoenix le quedó grande el escenario y de los Peppers ni hablamos… la tormenta de esa noche no se llevó solamente kilos de arena por los aires, sino también el recuerdo de lo que alguna vez fue la banda más poderosa de California.

Foto: Daniel Patlán / LifeBoxset

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Realidad 3: Hace muchos años que no veíamos un escenario principal de Coachella como el de ayer: lleno (de fans, de posers, de jóvenes, de viejos, de villamelones), expectante, con miles de mariposas en el estómago revoloteando en perfecta sincronía. No recuerdo haber visto algo parecido desde aquel indescriptible reencuentro de Rage Against the Machine en Indio. No recuerdo haber sentido desde hace mucho tiempo esa tensión emocionante que sólo las reuniones de Coachella tienen.

Realidad 4: OutKast fue una enorme y dolorosa decepción. Y alguien lo tiene que decir, con TODAS sus letras. D-E-C-E-P-C-I-Ó-N. ¿Por qué? Porque para cuando había terminado de sonar “Gasoline Dreams”, el segundo track del setlist, la mitad de la audiencia no se había percatado siquiera de que el show había empezado. La tibieza del dúo de Atlanta era contagiosa.
Porque el cubo/pantalla en el que se la pasaron metidos André 3000 y Big Boi más de la mitad del show terminó siendo una barrera emocional nociva para el espectáculo. De plano no le entendimos :(

Porque su setlist poco a poco nos fue perdiendo. Está claro que lo diseñaron cuidadosamente pensando en sus fans más aguerridos, pero eso implicó que las nuevas generaciones que visitan el festival se desesperaran rápido y huyeran del lugar hacia la Sahara Tent, a reencontrarse con los sonidos de su generación. Ni modo, creo que todo artista debe estar consciente de para quién está tocando, sin importar si se trata de OutKast o una banda que se estrenó en Coachella. A OutKast se le olvidó quién viene al desierto y las razones por las que vienen, y les muy costó caro (en una de esas, Rock The Bells hubiera sido una mejor elección para hacer el primer concierto de la gira de reencuentro… ¿No? ¿Qué piensan ustedes?).

Porque el mejor momento del concierto fue cuando apareció Janelle Monáe -protegida de Big Boi– en el escenario. Eso lo dice todo. Porque la mitad del concierto no estuvieron juntos. Se esmeraron en recordarnos que las canciones de Big Boi incomodan a André 3000 y viceversa ¿Pues que no era una reunión? ¿No hubiera sido un bonito e interesante gesto colaborar en esas canciones en vivo también?

Porque la sorpresiva aparición de Future fue cortada de pronto. Quizá porque el tiempo se les acababa, quizá porque se percataron de que lo que pasaba en el main stage era más una especie de fiesta privada de tres leyendas que no estaba conectando con la mayoría de los confundidos y decepcionados espectadores.

Porque André 3000 se veía claramente incómodo, aburrido, desinteresado. Los invito a ver sus interpretaciones en vivo del pasado y compararlas con las de ayer… El tiempo pasó y pareciera que OutKast no lo emociona, su reunión tampoco, sus canciones tampoco, y nuestros bostezos no parecían preocuparle demasiado.

Porque André 3000 arruinó el que quizá pudo haber sido uno de los instantes más memorables de la historia de Coachella, cantando “Hey Ya!” dándole la espalda al público. Diva, ofensivo, repulsivamente displicente.

Porque no les alcanzó el tiempo para tocar “The Whole World” -la cual estaba programada en el set– y no hicieron el menor intento para rescatarla. ¿Se acuerdan cuando a The Cure también se le acabó el tiempo y siguieron tocando aunque los organizadores del festival ya les habían desconectado el audio? No. La reunión de OutKast no significó nada para el mundo de la música.

Todavía tienen la Block Party de Mad Decent, Lollapalooza, Bestival, Wireless Festival, Governors Ball, Sasquatch! y el Big Guava Fest para reivindicarse. Para acordarse de cuando hacer música juntos los emocionaba… aunque sea tantito.