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Parte del color que se vivió en Lolla Chile 2014.

Este año la nostalgia dictó la fórmula de la selección de artistas, asegurándole a la productora una buena venta de entradas (80 mil asistentes para cada jornada). De esta forma las matemáticas impusieron su criterio: darle fuerte a leyendas que, si bien ya no son relevantes en cuanto a innovación musical, atraen a un buen séquito de feligreses (Red Hot Chili Peppers, Soundgarden, Pixies, New Order), artistas que por el contrario gozan de un gran presente (Arcade Fire, Nine Inch Nails, Vampire Weekend, Phoenix), algunas apuestas populares aunque de dudosa calidad (Capital Cities, Cage The Elephant, Ellie Goulding), otras bastante más acertadas (Lorde, Savages, Jake Bugg) y un contingente latino muy variopinto comandado por Café Tacvba, Ana Tijoux, Lucybell y Francisca Valenzuela.

Esta oferta se condensa en dos días, tratando de resumir todos los gustos musicales habidos y por haber en un espacio reducido, lo que concreta lo más interesante del festival (al menos sociológicamente hablando): la mezcla de personas. De esta forma co-existen miles de Lollapaloozas y cada asistente se arma el propio. Además, este año coincidió en fechas con el festival Vive Latino en México, con el que se compartieron cinco artistas (Nine Inch Nails, Arcade Fire, AFI, Ana Tijoux y Onda Vaga).

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Lo de la nostalgia está bien, a las generaciones adultas nos encanta revolver las emociones con aquellas canciones que marcaron nuestra juventud, en especial si tu banda favorita nunca se dignó a visitarte durante los tiempos en los que  tuvieron mucho que decir. Ése fue el caso Soundgarden, quienes cerraron el festival dejando a toda su fanaticada más que satisfecha con una colección de temas centrados principalmente en sus discos Superunknown (1994) y Badmotorfinger (1991). Tal vez a las generaciones jóvenes les cueste entender de qué va el grunge, pero para quienes lo vivieron es un sentimiento que no abandonará nunca su selecta discografía.

Pudimos volver a los ochenta de la mano de New Order. Si bien Bernard Summer acusa el cansancio en sus movimientos y en su voz, en lo global los de Manchester entregan una emotiva presentación coronada con el infalible clásico “Blue Monday”. También se dan el gusto de presentar su primera canción en nueve años y de cerrar con un par de temas de Joy Division, para muchos fue el cierre perfecto de esta versión del festival.

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La clausura del día anterior estuvo desganadamente comandada por Red Hot Chili Peppers, que con varios problemas de sonido y una presentación carente de la energía a la que nos tienen acostumbrados, no dejaron contento a nadie. Muy distinto a lo que pasó minutos antes con Nine Inch Nails, quienes presentaban Hesitation Marks (2013) y aprovecharon para repasar toda su discografía con un selección similar a lo mostrado dos días antes en el Vive Latino: Trent Reznor se transformó en el héroe de una jornada algo insípida.

Y si Nine Inch Nails se tomó el primer día, el segundo fue a dar a manos de Arcade Fire. Los canadienses (quienes debutaban en Chile) demostraron por qué han logrado la popularidad y el respeto que poseen. Su show es una fiesta de principio a fin, lo que contrasta con sus orígenes en los que destacaba la tristeza o emotividad en sus composiciones. Hoy, con su trabajo Reflektor (2013), se alzan como los dueños del ritmo y el baile, acompañados por un gran contingente de músicos. Fueron la comparsa que definió y resumió el espíritu de Lolla Chile 2014.

Ya con esta categoría apropiada, se dieron el gusto de agradecer a las bandas que los influenciaron y que estaban presentes en esta cita, como quien resume décadas de radios sonando en los cuartos de adolescentes en busca de la canción perfecta. Para muestra nos regalaron un cover de “Wave Of Mutilation” de Pixies al final de “Intervention”. A la salida, las sonrisas de oreja a oreja se multiplicaban en el público que comenzaba a abandonar el Parque O’Higgins. La definición misma de satisfacción.

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Es verdad que la nostalgia es agradable y vende como loca, pero bandas como Arcade Fire revelan que hay un gran bloque de ávidos por la música que exigen ver a los artistas que están escribiendo el presente de la música popular. Y aunque hoy sea muy difícil determinar qué es popular, y más aún si es que aquello tiene o no calidad, Lollapalooza intenta hacer sus apuestas, aunque no siempre sean tan arriesgadas como a algunos nos gustaría. Así nos encontramos con shows como los de Capital Cities o Ellie Goulding, que si bien logran congregar una muy buena cantidad de asistentes, estos suelen desperdigarse una vez que la banda se deshace de los pocos éxitos que han logrado colar en alguna de las radios chilenas. Más interesante, es lo que ocurre con Savages, Jake Bugg y en especial Lorde, quien coronó un gran debut en estas tierras.

Otros que no recurren a la nostalgia porque no tienen suficiente edad para hacerlo son Vampire Weekend, quienes también cuajaron una gran presentación. Si bien lo suyo no es un show potente en cuanto a fuerza, sí logra entretener de sobra. Son una de las bandas más originales y talentosas en la actualidad y esto se traduce en un entusiasmo único entre los asistentes al festival. Similar a lo que ocurrió con los franceses Phoenix que con algunos problemas de sonido, pero nada grave, se lograron consagrar ante su público chileno en su ya tercera visita.

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En cuanto a los sonidos latinoamericanos, el fuerte vino de la mano de Ana Tijoux presentando su nuevo disco Vengo, con el que cada vez logra reunir más seguidores locales y extranjeros. El show de Anita estuvo plagado de invitados, fue a una muy buena hora y reunió a un público familiar. Sus mensajes, casi siempre de corte social, logran impregnar a sus seguidores y a todos quienes se interesan por su propuesta. Otros que tuvieron muy buena acogida fueron el pop dulzón de Francisca Valenzuela, la mezcla de ritmos de los argentinos Onda Vaga y los nóveles Niño Cohete, quienes se alzan como uno de los números chilenos a tener en consideración en el futuro.

Mención especial merece el show de 31 Minutos: el escenario Kidzapalooza es una alternativa que ha funcionado y ha ido creciendo con los años, recordemos que tuvo su momento de gloria cuando los muñecos de Peirano y Díaz debutaron en 2012. Este año repitieron en ambas jornadas, demostrando una vez más que la vocación familiar que tiene Lollapalooza es verdadera y que Tulio Triviño y compañía son los reyes de este escenario.

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Otros que obedecen a la fórmula dictada este año son Café Tacvba, que a pesar de tocar temprano el sábado, atrajeron a un gran número de personas. Sin dejar de recurrir a sus éxitos, también se atrevieron a presentar varios temas del más reciente El Objeto Antes Llamado Disco. Algo parecido a lo que pasó con Pixies, que a pesar de mostrar canciones de su disco nuevo (sin mucho éxito), se llenaron de aplausos cuando invocaron sus composiciones clásicas pese a la ausencia de  Kim Deal.

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Más interesante fue presenciar a Johnny Marr, quien mezcló un repertorio de The Smiths, Electronic y canciones de su único disco solista publicado el año pasado, las cuales mejoran mucho en vivo. Pero el fantasma de The Smiths se paseó por el recinto, tomando por sorpresa a muchos de esos fans que no se convencen de que la banda nunca volverá a reunirse.

“Todo tiempo pasado fue mejor”, esa es en definitiva la sensación que Lollapalooza Chile deja una vez que las luces se apagan y los asistentes vuelven a sus casas. Los recuerdos siempre van a ser gratos de evocar, sin olvidarnos de dejar un espacio en la ventana para que la nueva música invada nuestro lugar. Solo queda esperar que esa ventana se abra un poco más el próximo año. Nos vemos el 2015.

Mas fotos en el Flickr de Sofía Lobos.