Lollapalooza 2014 llegó a su fin, el tercer día fue por demás complicado y caótico, pero sobrevivimos. Desde la una de la tarde, mientras Bomba Estéreo ponía a bailar a todos los aventureros que se dieron cita temprano, la primera tanda de lluvia nos atacó. “Bueno, menos mal fue temprano y no con Kings of Leon” decían…

La lluvia no nos abandonó en todo el día. Por momentos se iba y la euforia colectiva nos hacía pensar –ingenuamente– que ya no llovería más. No podíamos estar más equivocados. Después de ver a los colombianos, nos fuimos en medio de una pequeña tormenta al otro extremo del parque para ver a Bleachers, el proyecto de Jack Antonoff, integrante de fun. Tal como dijo Jack, esa era su primera vez en el festival de Chicago, por lo que sorprendió bastante (incluso a él), la cantidad de gente reunida en medio de la lluvia para ver su show. Divertido, alegre y energético, así es Bleachers arriba del escenario.

Después tocó el turno de White Denim, quienes hicieron que la lluvia fuera más llevadera. Aunque el lodo empezaba a ser factor interesante en la ecuación. Siguió un trío al cual teníamos muchas ganas de ver en vivo: London Grammar.

Los tres chicos ingleses subieron al escenario para toparse con un cielo nublado y con lluvia intermitente, muy parecido a su hogar. Desde que subieron al escenario, la expectativa por parte del público era grande, pero más lo fue la emoción cuando las primeras notas de su set sonaron en el Lake Shore Stage. “Calma, todo está bien, no importa el lodo, no importa la lluvia”, ese parecía ser el mensaje entre líneas que mandaba London Grammar con su hermosa música.

La siguiente decisión era difícil, ¿Run the Jewels o Cage the Elephant? Ambos tienen “the” en medio de su nombre, ambos son geniales en vivo, sin embargo, a los segundos los vimos en Coachella y a la dupla de Killer Mike y El-P no. Así que decidimos por el hip-hop, y vaya que fue una acertada decisión. Una vez más, los asistentes al festival demostraron que la lluvia era sólo un ingrediente especial, un aderezo, no un impedimento para disfrutar de la música en vivo junto sus amigos, novias o familiares.

Seguía Chromeo, y desde el tradicional sonido que da la bienvenida al dúo, la gente se volvió loca de la emoción. Saltaban, bailaban, disfrutaban, todo al ritmo de estos dos músicos que han logrado ser cabezas de festivales tan importantes como Lollapalooza y Coachella, entre muchos más.

Después del combo de parejas y de comer un rico deep dish, llegó la hora donde la lluvia por poco nos impide ver a Childish Gambino, y es que mientras caminábamos para el escenario Bud Light (uno de los principales), la naturaleza dejó caer su furia sobre nosotros. Una tempestad amenazaba con arruinarnos el resto del festival, afortunadamente, no pasó. Al contrario, sólo le puso más emoción al final de nuestra cobertura.

Con una torrencial lluvia, el actor y rapero salió dispuesto a todo, se bajó a saludar a sus fans en la lluvia, saltó, cantó, gritó y hasta prendió fuego en el escenario. Un show digno de un festival de este tamaño. Debido a las condiciones climáticas, decidimos aventurarnos con bastante tiempo para asegurar un buen lugar que nos permitiera ver el esperadísimo show de Kings of Leon.

Se apagaron las luces, se prendió la señal de Mechanical Bull en la parte trasera del escenario y el show empezó. “Supersoaker” y su pegajoso coro empezaron la fiesta, después, los Followill hicieron lo suyo. El set de KOL parecía más una borrachera entre amigos, cantando las canciones favoritas de cada quien, que un concierto. Era tal la euforia de todo el público cantando, que era imposible no emocionarse. ¿Lo mejor? Los volveremos a ver dentro de unos meses en el festival Corona Capital?

Así terminó Lollapalooza 2014, con lluvia, condiciones climáticas adversas, pero con la piel chinita. Con lágrimas en el rostro de la emoción y con un gran recordatorio: la música –y sobretodo en vivo– se hizo para esto, vivirla, disfrutarla, sufrirla, y en el proceso, unirnos con otras personas, compartir con desconocidos y sonreír. Esa sensación que dura para toda la vida, o por lo menos hasta el próximo festival.