Si lo extraño de lo cotidiano fuera lo más solicitado y, por ende, lo más pedido, esta pequeña joya sin duda entraría en las listas de popularidad inmediatamente con sus 11 éxitos, sintonizados de manera abrumadora en las frecuencias más escuchadas. Con delicados detalles y discretos obsequios transcurre el disco homónimo de la “no tan valorada” agrupación de Portsmouth, Inglaterra.
Basándose en la simpleza característica de su música, acompañada de una maduración plena y visible, reinventaron una vez más su propio género. El boleto de vuelta a aquellos ambientes escalofriantes que marcaron la etapa prematura es inconcebible por tratarse ya de otra corriente. Afortunadamente, el alucinante y oscuro mundo planteado de hace década y media (con su primer EP) sigue presente de forma vanguardista.
El muy apreciado contraste creado por la inconfundible tesitura de Alison (Shaw) ahora es más notorio desde un punto de vista positivo. Sin embargo (y por tratarse de un disco completamente constante), las líneas de voz suelen ser algo planas y monótonas. Eso puede traer como consecuencia una obra pasiva aunque en constante crecimiento, invitando al escucha a gozar de una meritoria prudencia que al fin del día dará frutos.
A lo largo de esta colorida ofrenda, dedicada a cualquier persona que en momentos de lucidez disfrutó de caminos obstaculizados, Cranes trazó el “panorama” halagador que toda banda y/o artista busca. Un panorama en donde los altibajos más considerables resultaron ser sólo indudables aciertos.
Mejor canción: “Feathers”
Es claro que todo gira alrededor del riff inicial en donde los elementos poco a poco confirman la austeridad que se prevé. Un ejemplo muy claro de un pop onírico y disfrutable en tiempos de constantes cambios atmosféricos.