Los rumores sobre un nuevo disco de My Bloody Valentine comenzaron desde hace seis años años, cuando Kevin Shields, el líder de la banda rompió el silencio y dijo que llevaba grabando cosas desde 1996. El grupo irlandés salió de gira luego de unos 15 años sin tocar juntos. Además de curar la alineación del festival de culto All Tomorrow’s Parties, reinterpretarían el setlist completo de la gira de su aclamado Loveless en vivo, canción por canción. En la era de las reediciones, el paso que dieron estos pioneros del shoegaze era un notición. Los nostálgicos del pasado tuvieron la oportunidad de vivir la secundaria de nuevo y los más jóvenes, los que tomaron esa melancolía prestada, pudieron ver a una de las bandas más representativas de su tiempo por única vez, pero con más canas y uno que otro dolor en el nervio siático.

Los que vieron a My Bloody Valentine en esa gira, que incluyó el festival de Coachella en una presentación alucinante, tienen todo tipo de impresiones. La que me parece más objetiva es la que apunta Simon Reynolds en Retromania, su magnífico estudio sobre la eterna obsesión con el pasado presente en la cultura popular occidental. Esta reunión no tiene sentido, más que el de revivir glorias pasadas. A más de 20 años de haber lanzado un álbum en el que exploran la desilusión amorosa de la adolescencia, los integrantes de la banda reviven -literalmente- a sus personas pasadas. ¿Qué sentimiento de desamor podríamos tener después de veintitantos años de que nos rompieron el corazón por primera vez? Jamás será igual. De hecho, parece forzado y sin ningún tipo de chispa. Es como jugar a la primera cita con la pareja que te ha visto envejecer. Peor aún, Kevin Shields y Bilinda Butcher estaban divorciados, pero dicen que donde hubo fuego, cenizas quedan.

En el lapso entre la última tocada de MBV y el anuncio de su reunión en 2008, la leyenda se hizo monstruosa. Internet ayudó: el surgimiento del blogging musical dio la oportunidad a miles de nerds y críticos independientes de publicar su versión de la historia. Para muchos, sería imposible entender el boom de las bandas independientes a principios de la década pasada, sin darle una repasada a la corta y consistente trayectoria de My Bloody Valentine. Descubiertos por un gurú llamado Alan McGee, editaron dos largos en su pequeña disquera (Creation). El segundo se convirtió en la piedra angular de todo un movimiento sonoro y por poco y dejó en quiebra a la discográfica por la cantidad de dinero que Loveless requirió para grabar. La banda se retiró y como el Ché, se volvió millones. Su sonido inspiró a una generación entera de músicos indie: Broadcast, Sigur Rós, Mogwai, Spiritualized, Asobi Seksu y una lista potencialmente interminable. Como supernova, el brillo de ese álbum sigue más vigente que nunca.

Kevin Shields patentó el estilo: el abuso de reverb, trémolo y distorsión pesada crea “paredes” de sonido. La música la tocaban a altísimos volúmenes en vivo para alcanzar el efecto, mientras los intérpretes, inmóviles, cabizbajos observan la punta de sus zapatos, inertes ante el caos: el shoegazing. En perfecta comunión con forma y fondo, las letras hablaban de la claustrofobia del desamor: voz masculina y femenina, debajo de las guitarras suaves, pero fuertes. Sofia Coppola hizo la película perfecta para estos sonidos en 2003. Lost In Translation fue musicalizada por el errático Shields y presentó a MBV a una nueva generación de amantes de la música. Millones corrieron a comprar Loveless luego de escuchar “Sometimes” en sus audífonos mientras veían la vida transcurrir por la ventana del metro.

El sábado pasado, sin mayor preámbulo que unos cuantos tweets, Creation Records anunció la salida del nuevo disco de My Bloody Valentine. El sitio de la banda, cual víctima de los ataques DDoS característico de Anonymous, se cayó. No aguantó la emoción de los millones de fans alrededor del mundo que, por fin, podían escuchar al sucesor de ese disco mítico. El álbum se llama como las iniciales de la banda, y justo a eso suena.

Como si no hubieran pasado 22 años entre el último track de Loveless (la épica y britpopera “Soon” de casi 7 minutos) y “She Found Now” (el pausado primer corte del flamante álbum), el espacio entre los discos es sónica y formalmente imperceptible. «Lo están haciendo de nuevo», fue lo primero que me pasó por la cabeza la primera vez que escuché m b v completo. «Me está volando la cabeza», cuando lo escuché con audífonos. Los coros de “Only Tomorrow”, guiados por guitarras tristes y felices te hacen sonreir. Las vocales desesperanzadas de “Is This And Yes” debajo de varias capas de sintetizadores de ensueño te contagiarán de una melancolía intensa. El trémolo en las armonías de “New You” te recordará que es posible que te vuelvas a enamorar e igualmente probable que te rompan dulcemente el corazón.

Todo tiene sentido. No ha pasado el tiempo. Retomaron el camino y lo evolucionaron. Las últimas dos canciones de m b v presentan un nuevo camino de la banda. Igualmente hipnótico pero menos atmosférico: más adecuado a la realidad. Tal vez hoy las tardes de ocio no son igual de rosas y “alcochonadas” que como hace décadas. “Nothing is” y “Wonder 2” dan un guiño de lo que puede ser también un proyecto del que hemos escuchado tan poco en tanto tiempo. La experiencia de escuchar algo nuevo de esta banda es esperanzador. Hay quienes siguen haciendo obras atemporales en nuestros tiempos. ¿Es posible ser adolescente por siempre? m b v demuestra que sí.