En el Vive Latino 2013, ocurrió un suceso histórico para el festival. Por primera vez, una banda logró lleno total en el segundo escenario más grande del titán de América. No fue una banda internacional, ni siquiera una banda de rock, fueron Los Ángeles Azules y sus amigos de la escena alternativa. Al terminar el concierto ni ellos entendían qué había ocurrido, daban entrevistas nerviosos, felices, pero con la cabeza en otro lado, sabían que habían tenido éxito, pero no se imaginaban que habían rebasado al escenario, eran tendencia a nivel nacional en Twitter, acababan de ofrecer un show trascendental en su carrera. Después de ver eso, el público quería escuchar más.

La cumbia no se puso de moda de un día para otro, no se volvió cool o hipster u otro calificativo barato, solo llegó con elegancia total a otro público. Por eso, cuando se anunció que Los Ángeles Azules lanzarían Cómo Te Voy a Olvidar con ayuda de nombres de la talla de Vicentico o Lila Downs, la fórmula parecía infalible, pero algunas cosas quizá deberían quedarse como están.

Kinky tomó la prueba más difícil del proyecto y fracasó. “Cómo Te Voy a Olvidar” es una de las canciones más representativas del imaginario colectivo mexicano y aunque no por eso es intocable, si planeaban hacer una versión junto a sus creadores debieron de haberse asegurado que fuera, por lo menos, memorable. Cuando entregaron su versión a “Coqueta” de Intocable lo hicieron con maestría, pero esta vez “les quedó grande la yegua”. Pero al menos lo intentaron, la versión de estudio que hizo Jay De La Cueva de “17 años” es un chiste de peor gusto que Moderatto. ¿Cumbia con guitarra eléctrica? Eso sonaba más o menos novedoso la década pasada.

Ximena Sariñana y Carla Morrison, las dos cantantes que generan más amor y aversión por igual en México, cumplieron con las expectativas. Versiones sin riesgo y bien logradas, de grandes clásicos que seguramente ayudarán a acercar la trayectoria de Los Ángeles Azules a los más jóvenes.

Los más cercanos al género, son los destacados naturales. En “Cumbia Pa’ Gozar” con Camilo Lara y Toy Selectah, cabezas detrás de la producción del disco, lograron hacer el encuentro perfecto entre la cumbia digital y la materia prima que la inspiró. Los Ángeles Azules se escuchan, tanto en voz como instrumentos, mientras Toy y Camilo marcan nuevos ritmos que ayudan a lucir el talento de las leyendas.

Centavrvs y su nuevo entendimiento de los clásicos mexicanos también brillan en Cómo Te Voy a Olvidar. En “Cumbia del Infinito” imprimen algo de psicodelia inofensiva que logra refrescar a Los Ángeles Azules, sin tener que hacer un cambio radical en su arte. Un lindo recuerdo de que la cumbia es universal.

Li Saumet de Bomba Estéreo entregó una de las grabaciones más dulces que le hemos escuchado en “Mi Único Amor”. Si se hubiera encontrado con Los Ángeles Azules en otra época, pudo haberse integrado a ellos sin problemas. Sutil, pero apasionada, se percibe un enorme respeto en la pieza.

En “Cumbia del Acordeón” se vive un encuentro enternecedor de viejas escuelas finalmente conectadas. Como dice la canción, “la crema y nata de la cumbia”, Celso Piña y Los Ángeles Azules, desde Iztapalapa para el mundo. Este corte pudo haber sido un nuevo clásico, un nuevo manifiesto de la cumbia, pero se quedó tibia, un gesto humilde, como sus creadores.

Ojalá y Cómo Te Voy a Olvidar sirva para eliminar clichés de antaño sobre el papel de la música regional mexicana en nuestras vidas. Que si el próximo Vive Latino suman a Los Tigres del Norte ya nadie se infarte o se sorprenda. Todas estas canciones de rocola de cantina viven en los mexicanos casi por osmosis, hay que celebrarlas como parte de nuestra herencia, no guardarlas hasta que el alcohol acabe con nuestros prejuicios en la fiesta de cada fin de semana.

Lo que no queda claro en todo el disco es cuál era la intención de Los Ángeles Azules al embarcarse en este proyecto. Convocaron un listado de colaboradores variopinto y formidable, pero no supieron si fusionar tradición con propuesta o reinventar su historia por completo. Un ejercicio interesante, pero sin propósito innecesario. Los Ángeles Azules tenían para dar mucho más.