Decir que David Lynch es un novato en la música sería un error imperdonable. A pesar de que sólo ha lanzado dos álbumes como solista, Lynch lleva varias décadas trabajando en la música, ya sea colaborando con Julee Cruise, creando los visuales para el proyecto colaborativo de Danger Mouse y Sparklehorse, o curando y trabajando en la música de sus propios filmes, algo que juega un rol muy importante en cada una de sus películas.

Es por eso que suena lógico y hasta emocionante escuchar un disco de Lynch y ahora llega a nosotros The Big Dream, su segundo LP como solista. La fórmula es muy parecida a la del disco anterior, de hecho nuevamente Dean Hurley sirve como productor así que en muchos aspectos se siente como la segunda parte de su trabajo pasado. En The Big Dream, Lynch toma la fórmula básica del blues y la retuerce, la lleva al siglo XXI. El blues del director no se basa en nostálgicos solos de guitarra, se basa en un desolado panorama de experimentación, uno en el que las máquinas de ritmos y sonidos electrónicos aislados crean una experiencia casi cinemática. Basta con escuchar la canción que da título al álbum para emocionarse por la posibilidad de un video que la acompañe. Cada tema en el disco parece haber sido planeado como música para la escena de un filme, suenan como parte de algo más grande.

“Star Dream Girl”, la segunda canción del álbum sigue una línea mucho mas tradicional de blues pero tiene ese toque Lynch que la hace una de las canciones más fuertes del disco. Un equilibrio entre lo clásico y la experimentación, algo que podría sonar en uno de los filmes del director pero también en una estación de radio de rock clásico. “Cold Wind Blowin” es una balada que nuevamente remonta a un lugar árido y sin esperanza, es una nostálgica canción que sin problemas podría sacarnos una o dos lagrimas. Más adelante “Say It” suena como algo de lo que Nick Cave y Tom Waits estarían orgullosos, blues con un toque amenazante que suena obsesivo, controlador y un tanto atemorizante.

Sí, el disco tiene grandes momentos que demuestran, como era de esperarse, que Lynch es un verdadero artista que puede saltar del cine a la música y las artes plásticas sin mayor preocupación. Sin embargo, la colección de canciones también se siente monótona. Empieza muy bien, texturas oscuras, esa cualidad cinemática, nos transporta a una solitaria carretera en la que manejamos sin rumbo y en general produce ese sensación de que tenemos que voltear sobre nuestro hombro para ver si no nos sigue alguien más. El problema es que para la sexta canción que nos produce eso todo cambia. La cualidad cinemática se vuelve aburrida, la solitaria carretera se vuelve tediosa y ese sensación de que tenemos que voltear sobre nuestro hombro cambia del suspenso a la anticipación de que alguien nos siga para darle un poco de interés. El director se pierde en el mundo sonoro que él mismo creó.

Para sorpresa de muchos el primer sencillo del disco no viene incluido en la versión normal del álbum. La canción es “I’m Waiting Here” e incluye a Lykke Li en la voz, pero se decidió incluirla como bonus track. La verdad es que por mucho es de lo mejor el disco, la naturalmente nostálgica voz de la cantante sueca, a la par con las atmósferas de Lynch son la pareja perfecta. Eso revela otro defecto en el disco, Lynch no es buen cantante, cosa que no es estrictamente necesaria, pero al incluir a Lykke Li la canción suena mucho más completa, probablemente debería de considerar hacer un álbum en el que tenga invitados para las voces.

La atmósfera oscura de The Big Dream atrapará a muchos, sobretodo a los fans más clavados del director, pero como disco tiene sus momentos en los que lo extraño y cautivante se vuelve monótono. Parece que, en cuanto a música se refiere, Lynch todavía no tiene la idea completa. Claramente está experimentando y ha tenido un par de aciertos, así como fallas, cuando encuentre la fórmula ideal seguramente creará un disco tan memorable como sus propias películas.