Llegó a mi correo vía WeTransfer. Conocía al remitente, un viejo conocido de la escena indie nacional. Publisher, promotor y hombre de relaciones públicas en revistas y proyectos editoriales, ahora el guitarrista de una banda nueva. Montenegro. El archivo .jpg que lo acompaña es una composición entre triangulitos que forman una M y detrás una fotografía en blanco y negro. Me recordó a una playera que he visto en Urban Outfitters o Coachella.

El contenido del archivo adjunto contenía también seis canciones. Éstas comienzan con una pared de sonido nostálgica. Las guitarras gordas logran aislar al que las escucha detrás de rebeldía y discordancia. Evocan a Kim Gordon cantándole a Chuck D sobre el miedo a un planeta femenino. Recuerdan esos momentos románticos donde el sudor, los tenis converse y una larga cadena de pedales conectados por cables enredados resignificaban la vida de un adolescente encerrado entre paredes forradas con recortes de revistas. Los Pixies, Kurt Cobain, Morrissey y el peinado de Robert Smith empatizan con el muro sónico. Shoegazing: el arte de revolcarse en el ruido mientras miras tus tenis en actitud victimizada.

La banda mexicana tiene un pasado dentro de la escena dosmilera. Provienen de bandas de la era Myspace, le cantan al sentimiento de drogarse con thinner con un tedio que suena heredado por Holden Caulfield. Evocan paranoia. Claustrofobia bilingüe. Se dan el tiempo para hacer llorar sus guitarras con delay y overdrive. Las letras son escuetas, sirven como acompañamiento de pasajes intensos y rugosos. Son canciones que no se cantan, es música que interactúa intelectualmente. El trabajo de producción del vocalista de Vicente Gayo, se escucha en temas como la cerradora “Punta Cruz”, en donde las figuras armónicas enmarcan y contienen el caos.

El EP debut de Montenegro suena a eso: nostalgia contenida entre riffs complejos. Un estante de recuerdos empaquetado en un archivo .zip, que provoca ganas de más, da sed de ver a la banda en vivo y revivir los tiempos de los foros pequeños, sudorosos, adornados de cables, pedales y paredes de sonido ensordecedoras.