Congelador no es solo una herramienta para conservar la materia en estado sólido. También es uno de los proyectos de más culto que Chile ha exportado al mundo. Eso desde hace 15 años, cuando surgieron con el pretexto de fundar la reconocida disquera Quemasucabeza, en el año de 1998. Más de una década más tarde, los integrantes de este intrigante proyecto lo mantienen a flote y lo han llevado a lanzar su sexta placa discográfica, titulada Cajón.

¿Cómo desmenuzar esta obra que roza lo abstracto? Para empezar, su título hace completo sentido al descubrir que se trata de una obra grabada en el Cajón del Maipo, un cañón andino ubicado en la zona suroriental de la región metropolitana de Chile, por Christian González (encargado también de la masterización del álbum), mientras que Rodrigo Santis (líder de la banda y fundador de Quemasucabeza) se encargó de su producción y mezcla. Lo anterior hace sentido ya que, desde el primer sonido, Cajón anticipa un sonido aislado, introspectivo y gris.

Esta sexta producción de Congelador no hace más que reafirmar al ensamble como un verdadero acto latinoamericano visionario y exquisito. Logra que la música experimental sea digerible, como si se tratara de un cómodo tutorial con capacidad de reclutar a más entusiastas. La obra comienza con el rítmico y agitado corte “Marca”, colocado estratégicamente al inicio para llamar la atención de quien escucha el disco por vez primera. Después, los colores grises comienzan a surgir con canciones como “A Escala Humana”, “Energía Eléctrica” y “Zorrito Culpeo”, mismas que comparten un común denominador: un breve repaso por delicados géneros como el shoegaze, el kraut rock y hasta el rock psicodélico.

A través del álbum Cajón, en momentos se asoma la fuerte influencia de grandes legendarios como The Velvet Underground, y en otros más (como en “Montañita”, un alucinante corte de nueve minutos de duración) aparece sutilmente el rostro siniestro de Syd Barrett detrás de sus deslumbrantes sonidos progresivos. Realmente se trata de un disco etéreo en su sonido, pero homogéneo en su tenebroso color. Con esta producción, los muchachos de Congelador nos muestran su arista más intrínseca y fría, haciendo honor al nombre del proyecto.

Cajón concluye con dos obras abstractas, la canción que le da nombre al disco y “Aire”, con las cuales la banda se desprende de toda base rítmica para pasar al acto ambiental, escogido como el cierre celestial del álbum. Congelador lanzó gratis esta nueva producción que seguro entrará a la colección de culto latinoamericana, así como reafirma el espíritu noble y libre de un proyecto musical, uno que produce arte desde sus más escondidos rincones personales.