Baxter, realizador de mass media en México y fanático de hueso colorado de Metallica, acaba de emprender un viaje a la Antártida para ver a la banda en un concierto único en uno los lugares más recónditos de la Tierra. Su viaje implica pasar por diversas regiones y un largo trayecto en barco rodeado de fanáticos de la banda de todo el mundo.

A lo largo de la semana publicaremos crónicas de su viaje a la Antártida y aquí pueden ver la primera parte:

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Ushuaia, capital de la provincia de Tierra del Fuego y una de las primeras paradas del viaje. / Foto: Baxter

Creía haber conocido a los fanáticos de Metallica.

Todos parecen estar cortados con la misma tijera. Actitud retadora con un dejo de “chinga tu madre”. Ataviados de negro, medianamente introvertidos y al mismo tiempo arrogantes en su forma de vestir. Los fanáticos de hueso colorado portan playeras de colección, un historial con la banda que más que experiencias, se ha convertido en un palmarés. “Yo he visto a Metallica 20 veces.” “Yo he estado en cinco snakepits (el espacio dedicado en los conciertos de la gira del álbum negro y recientemente en los del Arsenal Completo para los fanáticos más aguerridos)”. “Yo tengo una foto con Big Mick (el ingeniero en vivo de la banda desde 1984).” Hay otros —los más intrépidos— que incluso tienen tatuajes referentes a Hetfield, Ulrich, Hammett y Trujillo (¿Burton, Newsted?) en todo el cuerpo. Todos esos rayones corporales significan algo. Tributos a la banda que les otorgó sentido a sus vidas.

Nos citaron en el lobby del Sheraton Libertador, en el microcentro de la capital argentina, a las tres de la mañana. El vuelo a Ushuaia, útlimo destino antes de las más de sesenta horas de embarcación con rumbo a la base argentina de Carlini, salía a las cinco horas. Todos listos, con los ojos cuidadosamente pispiretos, camisetas de colección, llaveros, maletas alegóricas. Todos tienen algo en común, además de su pasión por la banda: ganaron el concurso que los llevará al viaje de sus vidas. Algunos tuvieron que contestar preguntas inconseguibles en Wikipedia dentro de trivias presenciales. Otros hicieron videos que ponían a prueba su amor por los cuatro de San Francisco. Un par de despistadas juntaron taparroscas y las enviaron. “Yo creo que después de esto, no voy a escuchar otra cosa que no sea Metallica”, me dijeron las colombianas. El resto de la micro-sociedad no las ve con buenos ojos. No han dedicado su vida a idolatrarlos y consguir todo tipo de pruebas para demostrar que son el fan number one. Metallatinoamérica en un autobus. Buenos Aires con destino al fin del mundo. Unos quieren escuchar “Enter Sandman”. Otros creen que deben tocar “Blackened” o “Frayed Ends of Sanity”. Uno me dijo que la canción que no podía faltar era la abridora del infame St. Anger. El hueso colorado adquiere otra dimensión.

La charla gira mayoritariamente en torno a cuatro personas. Nada más importa. Hay una ilusión latente, similar a la de los los niños que esperan despiertos para ver a Santa Claus el veinticuatro de diciembre. Quieren saber cuándo llegarán los músicos. Teorizan sobre si vendrán con sus familiares. Se preocupan por el estado emocional de James Hetfield. Traen guitarras, artículos de colección a un viaje en condiciones extremas, con la esperanza de que los miembros de la banda firmen esos objetos que forman parte de sus vidas.

La gran mayoría pertenece a chapters. Son adaptaciones locales al Metclub: el círculo de fanáticos más cercano a la banda. Los inscritos a esta sociedad pagan alrededor de sesenta dólares al año para estar más cerca de su banda favorita. Reciben un fanzine cuatro veces al año, el icónico So What! que desde la gira del álbum negro publica fotografías inéditas e información clasificada desde el HQ de la banda. Tienen preventas exclusivas: “la preventa de la preventa”. A los chapters les envían plumillas edición limitada, stickers, fotografías autografiadas. Algunos los distribuyen entre los socios del club, otros listillos subastan estos artículos en eBay para lucrar con el fanatismo ajeno.

Hay rivalidades entre los chapters. Los argentinos están especialmente a disgusto, Argentallica y Argentina Amber, los dos chapters más grandes, tuvieron una disputa en redes sociales y foros porque sospechan que hubo mano negra al momento de elegir a los ganadores. Todo se basa en la especulación, y entre los ganadores se precibe una guerra fría.

Pasada la media noche del lunes, en la víspera del abordaje del Ortelius, que llevará a este selecto grupo hasta el verdadero fin del mundo, el aire se respira tranquilo en la fría Ushuaia. Los fanáticos descansan. Ha sido un día largo. Ya pasó la etapa de reconocimiento, y quedan largas horas en un espacio confinado para hablar de experiencias, hacer conteos de los mejores conciertos a los que han asistido y aclarar malos entendidos. Poco parece incomodar el frío. Ellos visten de negro, lucen como pavorreales sus playeras. Esperan con anhelo el día ocho de diciembre, en donde serán de los pocos afortunados de presenciar en vivo y a todo color (con todo y las mejillas ruborizadas) el concierto más exótico de su banda favorita.

Una verdadera pieza de colección para su estante de recuerdos.