Nota del editor:

Llevo rato intentando hacer de Lifeboxset, un espacio más allá de los malos años que vivió y el contenido que desde hace más de 12 meses hemos subido.

Además de noticias, regalar boletos y reseñas de conciertos, me gustaría ofrecer más; todavía más allá de #NuevosAires, que es nuestra sección de música independiente.

¿Cómo lograr eso?

Ofreciendo apertura a historias reales, anécdotas de vida que sólo se pueden contar al estar dentro de este amplio mundo que es la música en México, porque lo que sucede en este país va más allá de los escenarios o los estudios; la música toca a fotógrafos, periodistas, fans, promotores, productores y miles de personas que se encargan de que los escenarios brillen y la música suene.

Por eso invitamos a Alan Cortés.

Fotógrafo, director y al parecer, un cabrón bastante bien parado en las mañanas de ingresar gratuitamente a festivales de música sin pagar un solo centavo (perdón, Lalo, no te enojes, no podía no publicar esta historia).

Acá va su primera anécdota para “Crónicas”, un espacio donde prometemos acercarlos más a las historias no solamente de Alan, sino de otros personajes dentro del medio que tienen muchas historias que contar…

-Día uno “Brincando el muro”.

TEXTO: Maximiliano Barrientos 

Fotos por Alan Cortés

(Domingo 22 de noviembre de 2015, 7:47 P.M). A unos cuantos metros de la estación “Ciudad Deportiva”, lo primero que encontré fue una multitud en la que sobresalían los revendedores de boletos que invadían las banquetas.

Al mismo tiempo, a unos 150 metros, había policías al acecho de despistados que confundieran a un revendedor, con uno de sus anzuelos y posteriormente ser detenido.

La entrada custodiada por guardias uniformados que vigilaban de forma paranoica a cualquiera que intentara burlar su frontera, provocó que mi transpiración empezara a hacerse notoria en mis manos; mi corazón bombeaba su líquido vital como si hubieran mezclado dinamita y electricidad con mis glóbulos rojos.

Cada latido era un sismo gigantesco; un trueno que retumbaba desde la punta de los dedos de mis pies, hasta la corteza cerebral, lo cual me indicaba que me encontraba en ese momento de la vida en el que debes de decidir si darás ese paso que te sumergirá en una aventura o si simplemente, regresaras a casa.

Empecé a observar el lugar, a inspeccionarlo, pude encontrar un bosque que estaba a un costado de la curva de los “Hermanos Rodríguez”. Aquel bosque conectaba directamente con el festival Corona Capital, el único obstáculo era un muro de aproximadamente 3 metros (aunque en ese momento parecía medir otros 20 más) y el personal de seguridad que esperaba al otro lado de dicho muro.

Mientras intentaba descifrar cómo burlar ese obstáculo, me di cuenta de que no estaba solo en mi aventura, y sin desearlo ya era parte de una especie de pelotón que sólo tenía un objetivo:

Infiltrarnos al festival de una u otra forma.

Éramos alrededor de siete personas (para ser honesto al principio pensé que me iban asaltar) y después de conspirar un rato, acordamos esperar a que oscureciera un poco más, buscaríamos el momento más “muerto” del personal de seguridad, contaríamos hasta tres y pasaríamos de uno en uno sobre aquel muro usando como escalón un tambo de basura de metal, corriendo cada quien para mirar a su propia suerte los ojos

Todos logramos cruzar, fue momento terrorífico y estimulante a la vez, ese segundo en el que caí del otro lado de aquella pared estaba sudando aún más, pero intenté fingir normalidad ya que no sabía bien en que parte exacta dentro del festival me encontraba, no podía fallar ya que el equipo de seguridad estaba unos metros, sólo empecé a caminar, sin embargo, la ansiedad me traicionó y a los pocos segundos comencé a correr poniendo nerviosos a mis compañeros cómplices, al punto que también terminaron corriendo siendo presas de sus propios nervios.

Después de correr aún más fuimos siendo invadidos poco a poco por una sensación de libertad, acompañada de una imagen y música increíbles, eran los Pixies en todo su esplendor.

Vi de frente a mi una especie de océano de gente, fui esquivando montones de personas a la vez, la música iba sonando cada vez mas fuerte y sabia que tenía poco tiempo, algo así como 3 canciones más para poder documentar esa icónica presentación, cuando creí que estaba lo mas cerca posible saqué mi cámara, coloqué mi lente 70-300mm y en medio de empujones y jaloneos, comencé a disparar,  los primeros tiros resultaron en imágenes algo arrastradas, tuve que descifrar los movimientos colectivos de la masa de gente y sincronizarlos con mis propios movimientos, poco a poco mis tiros fueron más certeros, precisos y relajados.

De pronto escuché “Where is my mind” y supe que el show estaba terminando, aún no tenía ninguna fotografía pero de pronto las luces se colocaron de forma perfecta como planetas alineados, me acerqué un poco más, todavía no se como pero pude evitar cualquier obstáculo visual como manos, vasos, etcétera, y al final lo logré, conseguí grandes momentos de la noche. Fue una pequeña victoria para mi ya que logre vencer varios obstáculos.

Tuve suerte de poder retratar de nuevo a los Pixies en su última visita a México.