Foto: Marisol Martínez

Texto por Berenize Rosales

Vaivén: Baile y música al ritmo del sol.

Descendíamos por un desnivel rodeado de arbustos y personas. El aire era cada vez más denso, no sé si por el calor de Morelos, al que los capitalinos no estamos acostumbrados, o por el número de personas que se encontraban ahí. Sentía que me dirigía a un bacanal, esa antigua fiesta romana dedicada al Dios Baco en la que se bebía vino sin control y terminaba en orgia.

La estructura natural donde estaba montado el Escenario Áurea permitía que desde cualquier punto donde te localizaras se apreciara bien la tarima. La oscuridad de la noche hacia que los visuales de Lemaitre en tonalidades verdes, azules y rosas fueran aún más hipnóticos, el ambiente visual era de ensueño. Con vaso de cerveza y beat del dúo noruego salían aún a flote nuestros instintos primitivos de expresión… y reproducción.

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En ese mismo lugar, aún con la luz del sol y con menos grados de alcohol en nuestra sangre, habíamos escuchado a Rey Pila. La mayoría de la gente se encontraba sentada en el pasto de forma dispersa por lo que al iniciar el show Diego Solorzano les pidió que se acercaran un poco, pero el público no se levantó de su asiento hasta “No longer fun”. Todo era más bello en 2010.

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¿Qué fue primero el baile o la música? El crítico de danza Arnold Haskell afirma que la danza es la más antigua de las artes pues surgió con el hombre primitivo que trataba de comunicarse, la música se descubrió después. En el escenario Vaivén, Caloncho nos explicó qué significaba para él el baile, cómo había aprendido que moverse sabroso y a su ritmo, al igual que el amor, ilumina. Por eso su setlist además de sus ya tradicionales hits y algunas canciones de ‘Bálsamo‘, su más reciente producción discográfica, incluía “Banana boat song”, canto jamaiquino que popularizó Harry Belafonte en 1956, y “La chona” de Los Tucanes de Tijuana.

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Tras quitarse el uniforme amarillo de béisbol, el cantante sonorense se mezcló entre el público para ver de cerca a Neon Indian. Como en cada show, según bromeó Alan Palomo, los texanos tuvieron algunas fallas técnicas, que no pasaron desapercibidas, pero lograron superarse con “Polish Girl”.

“¿Por qué todos van vestidos como si fueran a un balneario?”, preguntó alguien al llegar a Jardines de México. Descalzos y con la piel enardecida por los rayos del sol queríamos reconectarnos con la naturaleza, o ese era el pretexto.

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Los fans from hell se mantuvieron todo el día en el escenario principal o se abrieron paso desde Bob Moses para estar frente a frente de Gasparde Augé y Xavier de Rosnay. Algunos otros despistados, por así llamarlos, corrieron desde el área de comida u otro escenario al escuchar las primeras notas de “D.A.N.C.E”. La atmosfera sonora y lumínica del escenario era adictiva. A algunos el cansancio, el alcohol o las sustancias ilegales ya les estaba cobrando factura, pero nada de eso importaba, nadie quería dejar de moverse.

Tal vez nuestros ancestros crearon la música después de descubrir lo que podía expresar el cuerpo humano, pero nosotros al ritmo de “Phantom”, “Love S.O.S” y “Parade (Outro)” confirmamos que no puede existir por separador.

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