Fuffas… Qué difícil estar soltero.

Mejor dicho, qué difícil estar soltero los primeros 3 meses. Es un infierno. Más cuando duraste muchos años (en mi caso 7) con la misma persona y él o ella, al final, decidió de un día para otro apagar el switch y echarte la culpa de todo.

Y te la crees. Por un momento, pasas por ese duelo de creer que fuiste el malo. Entonces te regañas, te lastimas, te preguntas “¿Cómo pude haber hecho todo eso?” y te lamentas.

Luego viene que te ignoren. Que hagan como que nunca hubo nada. Que te acusen de “stalkear” por redes sociales, pero que desconozcas que del otro lado, hacen exactamente lo mismo. Y es que ahí reside todo: En que te hacen sentir “el malo” de la película, y de nuevo, te la crees.

Yo pasé de escuchar Cigarretes After Sex (y casi suicidarme en el proceso), a invertir largas horas en mixes de lo-fi hip-hop en Youtube.

Todos los sonidos melancólicos del mundo me entendían, y yo los entendía a ellos. 

El Loveless de My Bloody Valentine me pegaba, “Colors And the Kids” de Cat Power me tiraba a la lona, y definitivamente escuchar a Elliot Smith era como auto-patearme el corazón en cada intento.

Necesitaba algo nuevo en mi vida; no la tristeza conocida, no los mismos discos.

Necesitaba algo nuevo en mi vida, y ese algo, no estaba dentro de mi zona (musical) de confort. Ese algo no estaba en viejos vinilos de Lebanon Hanover u Orchestral Manouvers In The Dark. Necesitaba sentirme fuerte, empoderado, necesitaba aceptar mis demonios y necesitaba vestirme de gala con ellos.

En pocas palabras:

Necesitaba perreo

Así que comencé a ir a perreos. Comencé a pasármela bien. Comencé a decir “Wey, ya estuvo de juzgar a lo pendejo. Vamos a divertirnos bien” y de hecho, sí divertirme.

Comencé a sonreír mientras cantaba “Todavía me acuerdo de ti”, y coreaba “Tú me dejaste caer, pero ella me levantó” aunque, honestamente, no hubiera una “ella”. Pero me daba fuerza, me hacía pensar que sí.

Y esto evolucionó. Pasó de reggaetón viejito a esta especie de “trap latino” qué, honestamente, no sé qué tanto tenga de “trap” pero vaya, no entremos en detalles.

De repente, sí había una ella. De repente, ya había pasado un tiempo y ya no era el llorón retorcido que ardía en ansiedad por ver a mi ex en el Metrobus o encontrármela en la calle. De repente, era muy consciente de mi alrededor y de mis ganas por sentirme bien. Y creo, de verdad, que fue ahí cuando llegó.

Estaba leyendo a una amiga que me contaba como mi ex hablaba pésimamente de mi, y decía que definitivo, había sido de las peores cosas que le habían pasado. Luego, esa misma noche, una de sus “colegas” del trabajo, hizo un comentario similar en un bolerama y PUM! , llegó a mi; el lugar cambió de track y sonaba Bad Bunny en el fondo. “Soy Peor”. Lo recuerdo clarito.

A partir de ese momento, para bien o para mal, me sentí súper identificado.

Esa vibe de “Sí, sí, soy un de lo peor, ¿y qué?”, me dio una nueva forma de ver las cosas.

Igual y sí fui malo, igual y sí estaba haciéndolo todo al revés. Pero, ¿y qué? ¿Apoco todos los demás son perfectos?

Y más que eso, más que darme cuenta que quizás sí fui malo, escuchar las canciones de este dude, me hicieron pensar que más que ser un de lo peor, existía la posibilidad de haber sido un “de lo mejor”, y de verdad darme cuenta de las cosas buenas que hacía o tenía. Y por ende, empoderarme. Sentirme menos mal. Sentirme fuerte ante la situación y así, sin más, dejar ir lo que tenía que dejar ir.

Pasé de ser un inseguro de primera, a esta especie de Tony Montana de las rupturas que se sentía orgulloso de ser él mismo.

¿Está muy lastimoso? Quién sabe. A mi me hizo sentir espectacular. Mucho. Y entre más pasaba el tiempo, más que escucharlo porque sonaba en todos lados, lo escuchaba por elección propia.

A veces se me olvidaba, y volvía a entrarme ese miedo a estar solo y preguntarme “¿Y si está con alguien más?”. Pero luego, la música volvía a darme un levantón; daba play a algún track sin vergüenza de este puertorriqueño y todo estaba bien. Volvía a sentirme “fuerte” ante la situación.

Hasta las colaboraciones que parecían meterme el pie, tenían sus de repentes que me hacían sentir en otro nivel.

Hoy, la verdad es que el asunto está bien superado. Para ser honestos, Bad Bunny ya ni siquiera está en mi top de plays y sólo lo escucho de vez en vez, en alguna fiesta.

Pero lo aprendido, lo vivido, pues, fue una experiencia que me hace sentir muy bien y la verdad, me da mucha risa.

Bad Bunny, grandísimo cabrón, me ayudaste a superar a mi ex de 7 años en cuestión de meses. Hiciste lo que darme mis discos viejos no logró, y me ayudaste a sacar una versión menos insegura de mi.

Me emociona pensar en la música nueva que llegará a mis oídos, ahora que viene una nueva etapa. Pero al menos, me queda el recuerdo de que en la primera, este personaje fue el que le puso canciones a buena parte de mi 2017.

Gracias perreos en la ciudad de México. Gracias reaggetón viejito. Gracias, finalmente y después de todo un proceso, Bad Buny.