Texto: Marisol Martinez

“If it brings me to my knees, it’s a bad religion”.

Han pasado 6 años desde que Frank Ocean -esa figura mitológica, mitad poeta, mitad intérprete – lanzo su álbum debut ‘Channel Orange‘ después de haber publicado en Tumblr una carta abierta que versaba sobre su primer amor. Sobre aquel vuelo fugaz que todos hemos experimentado en compañía de ese individuo con el cual te puedes reflejar sin temor. Sobre el amor desinteresado, sobre la fe, la paz, y también, sobre la dolorosa caída. Los cambios, lo que conllevan. El crecimiento espiritual. Sobre el privilegio de poder sentir la brisa sobre el rostro, de poder tomar la mano de alguien más. De saber que somos capaces de amar, de crecer, evolucionar y sentirnos agradecidos.

En los años venideros, muchos núcleos han tratado de coronarlo como un ícono homosexual clasificando aquella carta como una muestra inequívoca de sus preferencias sexuales, sin embargo, Ocean siempre ha dejado en claro que es reticente a delinear la manera en la que ha decidido amar, con etiquetas o fronteras que lo obliguen a encasillarse.

Su discurso marcó un logro bastante importante dentro de la industria musical, pues demostró que no es necesario definirse como ‘ese algo’ que los demás esperan de ti, y ayudó a que otros artistas después de él pudieran definirse, o en su caso, optaran por no hacerlo.

“If I listen closely…I can hear the sky falling too”- La serenidad en medio de la tormenta de Frank Ocean.

Durante el 2012, Miguel lanzaba ‘Kaleidoscope Dream’, material que lo convirtió en una auténtica estrella de rock que sabía trasladarse del soul de Stevie Wonder a la psicodelia de Tame Impala en un santiamén, y Abel Tesfaye lanzaba ‘Trilogy‘, una compilación de sus primeros mixtapes como The Weeknd, y que posteriormente, lo convertirían en una de las estrellas pop masculinas más grandes del planeta. Durante ese mismo periodo, Frank Ocean lanzaba su placa debut, y me atrevo a decir que ni en ese entonces, ni en este, algún material ha logrado parecerse al sonido de ‘Channel Orange‘. Ninguno.

Tratar de encasillar a Ocean y su Channel Orange dentro del ‘R&B’ es ridículamente ofensivo si tomamos en cuenta la capacidad que tiene para reinventarse de track a track, pues con absoluta maestría logra saltar del pop, al neo-soul o al rap y convertirse en Marvin Gaye, Al Green y Michael Jackson al mismo tiempo, o de manera aislada. Basta escuchar “Pyramids” la pieza central del álbum para darse cuenta.

What good is a jewel that ain’t still precious?

“Pyramids” es una epopeya de 10 minutos de duración que roza una multiplicidad de géneros, atmósferas y texturas increíblemente diversas entre sí, pues comienza siendo esa sutil y elegante pieza de R&B a la que Ocean nos tiene acostumbrados, para que a través de complejos puentes instrumentales logre implementar sintetizadores de electro house, segmentos electrónicos espaciados, agudas líneas de saxofón, bajo y un solo de guitarra cortesía de John Mayer. Es toda una odisea musical que escapa del imaginario habitual del R&B.

El poema de un desafortunado amante que ha perdido la razón ante la deslumbrante belleza de una Cleopatra, que jamás va a poder alcanzar. La celebración de la vida, del amor, y la certeza de que algún día habrá de terminar, esa es la relevancia que ‘Channel Orange’ jamás ha de perder.