El fotógrafo brasileño, Marcos Alberti, realizó un pequeño experimento en su departamento, acompañado por sus amigos y varias botellas de vino. La idea consiste básicamente en hacer un retrato del modelo, primero en un estado de sobriedad: serio, sereno, reservado. Luego, ya con una copa de vino encima, el rostro se va relajando. Después de la segunda copa, la cara ya no conserva ningún intento de compostura, el cabello está suelto, la sonrisa es más sincera. Y ya con la tercera copa, la fiesta está en su máximo apogeo.

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