Marcela Viejo

Marcela Viejo es cantante, compositora y tecladista en Quiero Club, y ahora viene a compartirnos otra de sus colaboraciones semanales donde nos va a hablar de su vida, y manera de ver el mundo.

Cuando era niña, escuchaba música toda la tarde. Después salía un poco a correr y jugar con algún vecino, y volvía a mi sesión nocturna musical. Todo empezó porque después de llegar de la escuela, comía con mi familia, y de inmediato me sentaba en la televisión porque estaba por comenzar mi programa favorito, que era ‘Mickey Mouse Club’; ahí escuchaba canciones de Britney Spears, Christina Aguilera y Justin Timberlake que amenizaban el show. Después le seguía ‘K.I.D.S inc.’, donde aparecía Fergie. Y al terminar, ya que mi mamá salía por la tarde a tomar café con amigas, veía un buen rato MTV, a pesar que no era programación especialmente infantil, yo pensaba que sí.

Los ochentas eran tan densos y tan ingenuos a la vez, que me hacían pensar que todos esos rockeros con cabello alborotado, y maquillaje extremo, eran niños alterados jugando a ser rebeldes. Ahí vi por primera vez a Billy Idol, y me flechó. En cuánto vi a ese rubio con cara de niño, con un tremenda voz de hombre y demasiada actitud; al final, cuándo salieron los créditos de la canción me di cuenta que ese nombre lo había leído en la caja de discos que estaba en el cuarto de mis hermanos, así que fui a curiosear de nuevo; ese fue el momento en el que abrí la caja de pandora, y me topé con la música de The Doors, Guns N’ Roses, David Bowie (al que ya conocía de nombre por su actuación en la película ‘Laberinto’), Sting, Mano Negra, Roxette, Tom Petty, Pink Floyd, y Mecano, por mencionar algunos. Obviamente mi mente se abrió desde ese momento.

Britney y ‘Mickey Mouse Club’ pasaron a ser boberías. La idea de Dios y la religión católica empezó a traerme muchas dudas. La música empezó a aclarar mis ideas y hacerme sentir cosas nunca antes experimenté en mí. Viajar con cada canción al son de la melodía, acompañada de discursos inteligentes y reveladores fue para mí un nuevo comienzo; me di cuenta que la música sería mi nueva religión, y supe el significado de la palabra “ídolo”. Comprendí que mis ídolos serían mis nuevos maestros.

Madonna con su video ‘Like a Prayer’ me hacía sentir bien y mal a la vez. Cindy Lauper con ‘Girls Just Wanna Have Fun’ me hacía querer romper todos los esquemas. ‘If You Leave’ de OMD me ponía tierna. Con la edad fui forjando mi gusto, y me topé con la música de Bjork, Edie Brickell , The Cure, Depeche Mode, Fiona Apple, Fangoria, Le Tigre, entre otras. Gracias a este tiempo invertido en escuchar música, eso me llevó a convertirme en un músico autodidacta, y sobretodo pude pasar una adolescencia sin psicólogos, ni depresiones vacías; ya que cada vez que me sentía triste, elegía al ídolo indicado para que me ayudara a sanar.

Y así con el paso del tiempo esas canciones que me han acompañado, han marcado huellas en mi vida. Puedo decir que el soundtrack de mi vida ha sido muy variado y muy rico, es por eso que ahora me siento muy feliz de poder expresarme a través de mi propia música, y poder ser parte del soundtrack de la vida de algunos. Mi compromiso con las letras, y con plasmar sentimientos a través de las melodías, es muy importante porque sé que alguien en algún lugar de alguna ciudad estará escuchándome y sanando, rebelándose, o sintiendo cosas por primera vez. La música es mucho más de lo que se cree: es un lenguaje, y es la más divertida religión. No la oigas, ¡aprende a escucharla y a sentirla!