Texto: Nicolás Cortés, Fotos: Cecilia Martínez.

Si hay algo que quedó claro tras esta nueva versión de Lollapalooza Chile es que más que un festival la productora se ha enfocado en ofrecer una experiencia. Festivales hay muchos y van en aumento, pero experiencias como la del Lolla son ya una marca registrada de aquello que empezó en el underground noventero y que, en la última década, se ha transformado en una transnacional del entretenimiento.

Lo más notorio con respecto a sus ediciones anteriores es el ajuste en el rango de edad de los asistentes, el cual ha disminuido considerablemente en esta ocasión. Si bien Lollapalooza siempre se ha definido como un evento familiar, llamando a los padres jóvenes a asistir con sus hijos, esta vez el grueso del público estuvo compuesto por adolescentes que están recién despertando ante al consumo musical y descubriendo lo que los chilenos llaman “carrete” (ir de fiesta). Una jugada que tal vez no fue muy efectiva este año ya que la asistencia se vio mermada notablemente, pero que de seguro se irá consolidando los años que vienen.

El Lollapalooza Chile se lleva a cabo en el Parque O’Higgins, lugar ícono en donde las fuerzas armada del país del sur realiza tradicionalmente su desfile anual. Pero este fin de semana los que desfilaron fueron cientos de jóvenes con las más coloridas vestimentas. Casi como si fuera una batalla por ser el más diferente entre todos los que se pasean de un escenario a otro, de entre los seis que ofrece el festival. El “hipsterismo” chileno en su gloria y majestad.

Sin embargo, en esa diversidad está lo más interesante del Lolla Chile. A cualquier hora el menú te ofrece diferentes estilos y los asistentes se desplazan como manadas o tribus identificables a varios metros de distancia. Felicidad por todos los rincones a fin de cuenta. Gritos, mucha selfie, pantalones cortos, lentes oscuros, dreadlocks, afros, peinados varios, tatuajes y sonrisas por mil.

Ah, sí, y la música. No nos olvidemos del ingrediente especial. Tenemos claro que para un festival un buen cartel es primordial, pero recordemos que Lollapalooza es ante nada una experiencia, por lo que a la hora de definir el cartel podemos ser un poco menos exigentes y algo más pragmáticos.

Este año las presentaciones más exitosas en cuanto a cantidad de asistentes (y sonrisas y brazos alzados de estos) se las llevaron los exponentes de la música electrónica. Skrillex el día sábado y Calvin Harris el domingo, ambos congregaron un mar de público hipnotizado ante el juego de luces y beats que cada uno de estos presentó. Probablemente serán de lo más recordado de esta versión. También brillaron en este apartado Nicky Romero, Major Lazer y en especial los británicos Rudimental quienes casi hicieron colapsar el Arena Santiago, una cúpula cerrada que puede llegar a albergar 15,000 personas. Podrás imaginarte como retumbaba todo allí dentro. En la electrónica de bajas revoluciones sorprendió Chet Faker, Atom y los locales Matanza, una buena dosis para descansar entre tanto brinco. No creo que ningún fan de la electrónica haya quedado con gusto a poco.

Otros que vieron gratificados sus gustos musicales fueron los aficionados al reggae. Si bien siempre presentes en las ediciones anteriores está vez presentaron un menú más completo con la presencia de Damian Marley, los argentinos Lumumba y los chilenos Quique Neira y Abya Yala. Mención especial al ska que presentaron los curtidos The Specials.

The Specials.

The Specials.

Pero como el propósito era atraer a las camadas jóvenes que probablemente experimentaban su primer Lollapalooza hubo mucho para satisfacer esos paladares. Foster The People, Bastille y The Kooks entregaron la cuota de diversión, relajo y desenfado que cualquier adolescente necesita para saciar sus hormonas. La incorporación a último minuto de The Last Internationale (suplantando la caída de NOFX), termino por cubrir la arista del pop disfrazado de rock.

Foster The People.

Foster The People.

Un poco más al otro lado se situaron Kasabian, Interpol, Alt-J y Kings of Leon. Los primeros saldaron correctamente la deuda que tenían cuando la única vez que intentaron presentarse en Chile fracasó por infortunios de última hora. Lo de Interpol fue pulcro pero de la misma forma algo desanimado. Los otros dos hicieron presentaciones correctas y que sin duda dejaron satisfecho a sus fans más acérrimos.

Kasabian.

Kasabian.

El hip-hop se vio algo disminuido, pero no por eso poco convocante. Brillaron las presentaciones de los chilenos Ana Tijoux y Zaturno, pero quienes realmente suscitaron una revuelta memorable fueron los de Cypress Hill, quienes si bien hace cinco años no editan nada nuevo lograron una presentación contundente. Otro factor muy interesante para quienes vienen de afuera al Lolla Chile, es revisar lo que los artistas locales presentan. De todos los estilos y de todas las calidades claramente, desde los insufribles Coffeehouse a proyectos que, si bien incipientes, prometen mucho. En este grupo destacaron Dead Christine con una propuesta que mezcla post-punk y new wave muy bien ejecutados pese al nerviosismo del debut. El pop asumido de Marineros y MKRN, tal vez demasiado parecidos entre sí, pero bastante convincentes. Otros chilenos que también sorprendieron son

Miss Garrison con una propuesta que oscila entre el rock y la electrónica sin nunca perder la dulzura melódica. Por último también cabe destacar el punk con aire riot grrrl de Lilits y sonido stoner de Yajaira.También hay espacio para la experiencia de artistas locales como Fernando Milagros, Pedro Piedra, Astro o Lopez (proyecto de algunos integrantes de Los Bunkers) y otras bandas importantes en la escena local aunque desconocidas para gran parte de los extranjeros.

Astro.

Astro.

México estuvo presente con Molotov, quienes presentaron una puesta en escena sencilla y un cambio de look (pero no de actitud) bastante notorio. Pese a tocar a la hora de mayor calor el público no desaprovechó la cuota de desmadre que la banda regala.

¿Los puntos sobresalientes? Por un lado el pop rock de dos féminas: St. Vincent y Camila Moreno. La primera fue una de las apuestas riesgosas de la producción, por lo poco que suena por estos lados, pero que logró sorprender tanto a quienes la siguen como a los que de casualidad se toparon con ella. Camila moreno, en tanto, demostró que su evolución desde el folk a un rock electrónico está dando buenos resultados.

Finalmente el rock, que de lo poco hubo bueno. Jack White el día sábado y Robert Plant And The Sensational Space Shifters el domingo. White subió al escenario poco rato después de la parca y desabrida presentación de The Smashing Pumpkins, y demostró, ante los desconfiados, que el rock sigue más vivo que nunca. Se tomó muy en serio su categoría de headliner y entrego una presentación cargada de energía y resplandor. Por su parte Robert Plant y compañía dejaron en claro que lo del ex Led Zeppelin no se acerca ni a un metro de la nostalgia, sino que se enfrasca en la avidez del rockero en constante búsqueda de expandir el género.

St. Vincent.

St. Vincent.

En definitiva, se cierra una nueva versión del Lolla Chile con algunas dudas generadas por la merma de la asistencia, lo que puede ser factor tanto del cartel de artistas como del alto precio de las entradas. No obstante, el extenderse a nuevos públicos abre una nueva interrogante sobre en lo que pueda transformarse la experiencia Lollapalooza en el futuro. Habrá que estar ahí el próximo año para presenciarlo.