jonny-greenwood

Jonathan Richard Guy Greenwood firmó hace 22 años su primer contrato con EMI, cuando Radiohead todavía se llamaba On a Friday. Antes de eso, Jonny tocaba la viola. No duró ni siquiera un mes en la universidad, donde estudiaba música y psicología. Y qué bueno.

Greenwood es, evidentemente, un fenómeno. El niño raro que se sentaba en la banca de hasta atrás, que le gustó a una niña callada durante la secundaria y que rara vez cruzó más de cuatro palabras con ella y con todos los demás (todo esto lo digo sin conocerlo y sin ninguna referencia bibliográfica, pero creo que muchos suponemos algo parecido; poco importa).

Cuando Jonny Greenwood se pone el pelo en la cara, agarra la guitarra, le sube al volumen y empieza a golpear las cuerdas… Ahí es cuando sucede su lenguaje. Él no necesita de palabras ni empujones ni gestos. Con seis cuerdas y veintitantos trastes tiene más que suficiente para decir todo eso que grita de una manera tan atrabancada. Y es que justo así es su voz: tartamuda.

Se dice que la “tartamudez” es un trastorno de la comunicación caracterizado por las interrupciones involuntarias del habla, las cuales normalmente van acompañadas de tensiones musculares en la cara y el cuello. Bueno, pues exactamente así son sus solos, pero con una tartamudez perfectamente bien articulada.

Aquí, el tartajoso goza de su condición. La música lo exige, él otorga y nosotros nos contagiamos, con un cuerpo que reacciona a las arritmias espasmódicas que lleva su guitarra al amplificador. Sus dedos van saltando y cayendo en todas las notas que el oído nunca esperaba escuchar. De esta forma, la tensión creada siempre llega antes de tiempo y se va cuando menos se espera. Al final, todo lo que a distancia parecía ser un ruido torpe y desastroso, con el tiempo termina convirtiéndose en una genialidad.

Y es que la música de Jonny Greenwood no se puede oír —no está hecha para eso—, se tiene que escuchar.

Y luego, después de todos estos estímulos, viene la calma. Se pierde toda tensión, los músculos se relajan y lo que bien podría ser un silencio, se llena de una atmósfera perfecta. Con diferentes tipos de niebla, vacíos y destellos. Algunos melancólicos, otros celestiales y unos mucho más oscuros. Jonny Greenwood deja a su guitarra descansar y se acerca a otro de sus instrumentos favoritos: las ondas de Martenot. Este instrumento de 1928 es básicamente un teclado con un altavoz y un generador de alta frecuencia, el cual sólo puede reproducir una nota a la vez.

Es sorprendente cómo con esta reliquia Greenwood puede crear los sonidos y las atmósferas de algunas de las mejores canciones de Radiohead (“the National Anthem”, “How to Disappear Completely” y “Pyramid Song”), y también el hilo conductor de una de sus mejores composiciones para cine (“Popcorn Superhet Receiver”).

Podría seguir hablando (más por pasión que por conocimiento) durante páginas y páginas de esta bestia británica y su música. Su música como integrante de Radiohead o como solista o como musicalizador de proyectos audiovisuales; sin embargo, creo que lo más lógico es que el sentimiento ya no quede en letras, sino en la música misma.

“Paranoid Android” (Los solos)

“Sail to the Moon” (Acordes simples, arreglos simples. Resultado idóneo.)

“Just” (La cantidad de notas y su progresión. Se rumora que esta canción salió de una competencia entre él y Thom Yorke para ver quién ponía más notas dentro de una misma canción).

“Lucky” (Todo a partir del minuto tres. Mucho más sencillo, pero igual de conciso).

(Las atmósferas creadas con las ondas Martenot se pueden escuchar en las siguientes dos.)

“The National Anthem”

“How to Disappear Completely”

¿Qué otra canción agregarían a esta lista? ¿Cuál es su favorita de Greenwood?