El espacio en el Plaza Condesa se reducía drásticamente a medida que los minutos para la presentación de James Blake pasaban. Poco antes de que el músico británico subiera el escenario ya era prácticamente imposible encontrar un buen lugar. “I Never Learnt to Share” fue la primera canción que resonó en El Plaza y para el momento en el que el poderoso bajo hizo retumbar el pecho de los asistentes (literalmente) ya se sabía que sería una gran concierto.

Acto seguido James se clavó en las canciones de Overgrown, su álbum ganador del Mercury Prize y debo decir que escuchar el álbum en vivo fue una mejor experiencia que en el propio disco. Cambios musicales que sorprendían en todo momento, una canción era una calmada balada con delay y sintetizadores, la siguiente era casi de club británico de los noventa. Había momentos en los que había que detenerse a contemplar, había otros en los que lo era inevitable bailar.

Los cálidos sonidos de Overgrown llevaron a que sonara su cover de “A Case of You” de Joni Mitchell. La emotiva versión de James, sólo acompañado por su piano, fue suficiente para que más de uno soltara una lagrima. Fue después de eso que el concierto llego a su clímax con un combo bastante impresionante. El primer asalto fue con “Lindisfarne” de su álbum debut y la más coreada de la noche: “Limit To Your Love”. El siguiente ataque fue cortesía de una extensa versión de “Voyeur” que hizo del Plaza Condesa un rave y del sencillo “Retrograde”, que con voces sampleadas en vivo se convirtió en otra de las más coreadas de la noche. Finalmente la monumental “The Wilhelm Scream” cerró la primera parte del concierto saturando el audio del recinto al mismo tiempo que una poderosas luces deslumbraban a todos los presentes. Knock out.

A lo largo de la noche, James agradeció al público y a su banda, diciendo que nada hubiera sido igual si no los tuviera a su lado. También aprovechó para decir lo mucho que le gustaba México y lo bien que se la pasaban aquí, prometiendo que regresarían pronto. Sin embargo, James tuvo un enemigo toda la noche, el mismo público al que agradeció, o al menos una buena parte.

Cuando los bajos saturaban el sistema de sonido del Plaza y los beats invitaban a bailar no había problema, pero en cuanto decidía tocar una canción más tranquila el ruido del público hacía muy difícil la tarea de escucharlo. Desde conversaciones sobre el plan de al rato, recetas para preparar tragos y hasta llamadas telefónicas a todo volumen. Esa guerra entre el silencio y el ruido se reflejo mejor que nunca en el final del concierto.

James regresó en el encore y pidió al público que guardara silencio para poder cantar algo, grabarlo, samplearlo y así recrear en vivo su canción “Measurements”. Al primer intento la audiencia grito a mitad del sampleo, James volvió a explicar y repitió. La fórmula volvió a fallar, con la audiencia y una vez más lo intentó pero el grito de alguien (haciéndose el chistoso) hizo que fracasara el experimento.

Blake, cansado de los intentos fallidos, invitó a una fan al escenario para que explicara lo que sucedía. La fan se dedicó más a vivir su propio meet & greet que a transmitir el mensaje de James, pero pudo gritar “que se callen” al micrófono. James reanudó el experimento y ahora logró completarlo.

La espera valió la pena, James logró crear una coro de sí mismo que retumbaba en el Plaza Condesa. Blake se grababa cantando la canción a capela, lo reproducía y cantaba lo mismo pero con otra entonación, después repetía. Así lo hizo hasta que múltiples James Blake sonaban al unísono, mientras el Plaza Condesa contemplaba en silencio y con admiración a un músico con una compresión del sonido que va más allá de los convencional. Al final al reproducción de la voz de James sonaba en un loop mientras las luces bajaban y el músico discretamente salía del escenario. Al final el silencio ganó y fue el mejor momento de toda la noche.