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Hace 20 años, Nirvana sacudió al mundo con su tercer (y último) álbum de estudio. Luego de múltiples mezclas y remezclas del álbum, porque la disquera no estaba segura de que el sonido fuera comercialmente amable, y un dramático cambio de nombre, In Utero llegó a las tiendas y vendió millones de ejemplares en semanas. Estas son algunas historias detrás del disco con la portada del maniquí anatómico alado.

“Serve the Servants”

1, 2, 3, 4… RUIDO. La primera línea resume la carrera entera de Kurt Cobain. “Teenage angst has paid off well”. Poco (o tal vez mucho) sabía el vocalista de Nirvana que su cara protagonizaría todo tipo de portadas de publicaciones musicales, primeras planas de periódicos, habitaciones de adolescentes, incluso, veinte años después de su muerte. Y después, se contesta, como si fuera parte de un diálogo esquizofrénico “There is nothing that I can say, that I haven’t thought before”. Kurt grabó las vocales del álbum desde un cuarto de alta resonancia en los estudios Pachyderm en Minesóta. La voz se escucha cruda, a diferencia de las grabaciones anteriores, en donde el proceso de post-producción le agregaba mística, escuchamos a un Cobain que grita frases sin aparente coherencia, sin embargo, cada una arroja imágenes claras y vívidas.

“Scentless Apprentice”

Cuenta la historia que Steve Albini (el productor del Surfer Rosa de Pixies, el disco de mayor influencia en la corta carrera de los de Seattle) grabó la batería de Dave Grohl con unos 30 micrófonos. Todos y cada uno de ellos se desgañitan en este track, que cuenta la historia de un bebé que nació sin sentidos, sin olor. El bebé huele a mantequilla, las enfermeras se niegan a cuidarlo y cuando crece, se acuesta en el pasto para fertilizar hongos y sintetizar su aroma para fabricar perfume. Grohl es implacable, aplasta las guitarras que, moribundas, sirven como escenario perfecto para pintarle dedo al mundo: “You can’t fire me, because I quit!”

“Heart-Shaped Box”

El Lennon de la última camada de la generación X, tuvo a su propia Yoko. Al igual que el mundo que lo rodeaba, todo fue mucho más agresivo, más crudo; la maquinaria era más poderosa. In Utero no se entiende sin Courtney Love (el título del disco es un poema de la beligerante novia, que trató de “robar” el riff de esta canción para su banda). In Utero no se entiende sin la cara de Kurt Cobain frente a los reflectores, otorgándole sentido a los niños que aprendían más de MTV que de sus padres. “I wish I could eat your cancer when you turn black”, le grita Cobain a la cámara, retratado por Anton Corbijn. La angustia adolescente fabricada en serie, empaquetada, lista para ser compartida por millones que también imaginaron las orquídeas carnívoras como las que alude esta canción dedicada al amor destructivo y claustrofóbico de Love.

“Rape Me”

A principios de los noventa, en respuesta al glamour de crepé y colores fluorescentes, una tendencia en la moda llamada heroin chic invadió las pasarelas y los espectaculares de las grandes capitales del diseño textil. La belleza de modelos como Kate Moss o Jodie Kidd era perfecta para ejemplificar el look poco saludable y callejero del momento. En MTV, se veía la misma pugna entre canción y canción Van Halen y Def Leppard contra Pearl Jam y los Red Hot Chili Peppers. La mentira contra la otra mentira. Para 1993 Kurt Cobain estaba hasta en la sopa, y su problema de dependencia había dejado de ser un secreto. In Utero no se entiende sin la heroína en las venas de Cobain. No se entiende sin la fama ridícula de la que gozaba, al mismo tiempo que lo violaba. No se entiende sin su voz cantando en tus bocinas ese apologético “I’m not the only one”, al mismo tiempo que crea un lazo de empatía con los millones de amantes de ese violento opiáceo.

“Frances Farmer Will Have His Revenge on Seattle”

Le tomó unas cuantas semanas al grunge convertirse en una plaga alrededor del mundo. Con el ascenso al mainstream de Nirvana y Pearl Jam, todo tipo de engendros surgieron, como sanguijuelas, para drenar al monstruo. En uno de los momentos más sarcásticos en la carrera de la banda, Frances tendrá su venganza. Será lenta y dolorosa. Será contra todos los grupajos que utilizaron el punk como un medio para volverse famosillos, para los imitadores de Cobain que sienten, todavía, nostalgia de la depresión. El confort de sentirse tristes.

“Dumb”

Justo a la mitad del recorrido, Cobain, Novoselic y Grohl bajan la guardia, y dejan la infección y la podredumbre para hacer una de las canciones más melódicas de su carrera. Otro himno de la generación molesta, cuidadosamente despreocupada, que al sentirse feliz, se desprende del intelecto. Un poco de pegamento para flotar y colgarse de las nubes, para después bajar, e inducirse una resaca que los regrese a su estado “natural”.

“Very Ape”

El conflictivo y dogmático Steve Albini puso una condición a los integrantes de Nirvana, para producir su disco: que pagaran ellos mismos las horas de estudio. No quería nada que ver con el dinero corporativo que rodeaba a la banda sensación del momento. La grabación original de In Utero fue rechazada por Geffen Records. La consideraron muy agresiva y poco amigable para el público masivo. Scott Lit (productor del Automatic for the People de R.E.M.) fue contratado para “pulir” el disco. La versión de Steve Albini, que le da sentido a letras como “I take pride as the king of illiterature” con las guitarras saturadas y las voces crudas y sin adornos, ronda hoy por la web. Consíganlo.

“Milk It”

Entre el lanzamiento de In Utero y la muerte de Kurt Cobain pasaron únicamente 234 días. En noviembre de 1993, el álbum fue certificado de platino, es decir, vendió un millón de copias. El 11 de abril de 1994, el álbum fue doble platino. En mayo del 94 llegó al triple platino. Desde la densa ambigüedad de canciones como ésta, millones de curiosos trataron de entender el suicidio del último ícono generacional de la historia. El nombre original de In Utero era I Hate Myself and Want To Die, seguramente los ejecutivos de la disquera se siguen retorciendo por haber cambiado el nombre. Les hubiera significado (todavía) muchos más dólares morbosos.

“Pennyroyal Tea”

Cobain se limpia la garganta para arrancarse al mismo tiempo que su guitarra. La canción más honesta de la banda acaba de empezar. Un lamento que ilustra lo más profundo de la depresión causada por el abuso. Es anemia. Es debilidad. Es malestar provocado por el abuso de la fama, de las drogas, de más de una relación codependiente. Es el abuso de la música. No queda gran porción de humanidad, y el “pennyroyal tea” permitió que saliera lo último, al menos como placebo. “Pennyroyal” significa “poleo”, una planta conocida por sus propiedades abortivas. A pesar de que la canción fue compuesta en 1990, el sencillo fue póstumo. Una decisión acertada, sobre todo cuando las letras muestran el cobijo de escuchar a Leonard Cohen, cuando estás tan cansado que no puedes ni dormir.

“Radio Friendly Unit Shifter”

En 1998, el autor británico Nick Hornby (High Fidelity, Fever Pitch), publicó una novela inspirada —en parte— por el suicidio de Kurt Cobain: About a Boy. Es una historia sobre el paso de la niñez a la adolescencia y sobre la eterna adolescencia y el paso a la madurez. Un niño escapa de su realidad al observar a su madre con constantes deseos suicidas. En el camino, encuentra la figura paterna en un charlatán que sobrevive gracias a las regalías de una canción navideña que compuso su abuelo. Sin embargo, la figura emblemática de la novela es una niña llamada Fiona, quien lo ayuda a sobrevivir al bullying. Fiona le enseña a Nirvana, y se escapa con él. En el camino, la niña furiosa revienta un aparador que mostraba la foto de Kurt Cobain días después del anuncio de su muerte. Estaban lucrando con su muerte, Fiona creía en Cobain, confiaba en él, lo idolatraba. A lo largo de las páginas, Hornby plasma ese sentimiento de eterna adolescencia con maestría y un toque único.

Cuando se refiere a Will (el vividor), lo hace de esta forma:

“He loved Nirvana, but at his age they were kind of a guilty pleasure. All that rage and pain and self-hatred! Will got a bit… fed up sometimes, but he couldn’t pretend it was anything stronger than that. So now he used loud angry rock music as a replacement for real feelings, rather than as an expression of them, and he didn’t even mind very much. What good were real feelings anyway?”

La versión fílmica con Hugh Grant de About a Boy recorta todas las referencias a Nirvana. Es decir, si vieron la película y les gustó, corran a conseguir el libro, es infinitamente mejor.

“tourette’s”

Con minúscula. Con furia. Con angustia. Con rapidez. Es Nirvana en su estado más puro. Las letras son inentendibles, la actitud punk prevalece, a pesar de que el discurso ya estaba muy gastado. Lo mejor que le pudo pasar a Cobain fue desaparecer, y dejarle a los adolescentes del mundo su legado: tres discos que le dan sentido a la etapa más dolorosa (y al mismo tiempo, la más dulce) de la vida.

“All Apologies”

La última rola del último disco de Nirvana. Una canción pacífica, feliz, dedicada a Courtney y a Frances Bean. Las letras parecen extraídas de otro tema, no cuadran con la atmósfera musical. Kurt se disculpa, sabe que no puede escribir más, sabe que esa personita, fácilmente impresionable, vivirá haciéndose preguntas que no tendrán quién las responda. Sin embargo, arriba, desde el lugar de donde sale la luz, sabe que estará contento. Se consuela, porque al final, todos somos de todo. Todos somos enemigos, todos somos culpables, todos somos verdugos y mártires, todos somos adolescentes. Eso es lo que somos, seremos y no hay más.