La noche del jueves en El Lunario fue excesivamente ruidosa, desde que los mexicanos de Monogatari tocaron la primera nota de sus estruendosas composiciones, supimos que nuestros oídos sufrirían al día siguiente. El cuarteto es una especie de mezcla entre The Locust (agregándole noise y quitando un poco la cuestión hardcore) y Lighting Bolt (con todo y máscaras). Son rápidos y lo hacen muy bien, aunque su set fue breve, se sintió como una buena ronda de golpes en la que nos preparaban para el resto del cartel y nos dejaban con ganas de más.

Monogatari / Foto: Daniel Patlán

Monogatari / Foto: Daniel Patlán

Monogatari / Foto: Daniel Patlán

Monogatari / Foto: Daniel Patlán

Monogatari / Foto: Daniel Patlán

Monogatari / Foto: Daniel Patlán

Después vino el turno del modesto dúo de Brooklyn, Liturgy, quienes subieron al escenarios conectar sus instrumentos con una tranquilidad que era casi equiparable a la paz interior, nadie (que no los conociera) pensaría la cantidad de ruido que pueden hacer ellos solos con la ayuda de una computadora. Hunter Hunt-Hendrix y Bernard Gann utilizaron sus guitarras y se apoyaron de secuencias, la mezcla, más la voz que por momentos cortos era hipnotizante, causaban la sensación de estar encerrado sin poder salir. Cada canción que pasaba, Liturgy explotaba nuestros oídos con feroces distorsiones graves y agudas, sin embargo, dentro de cada composición del dúo, podemos encontrar el factor bello y tranquilizador, claro, después de entrar en trance junto con ellos. Nunca interactuaron con la gente y se ahorraron los saludos y agradecimientos.

Liturgy / Foto: Daniel Patlán

Liturgy / Foto: Daniel Patlán

Liturgy / Foto: Daniel Patlán

Liturgy / Foto: Daniel Patlán

Liturgy / Foto: Daniel Patlán

Liturgy / Foto: Daniel Patlán

Liturgy / Foto: Daniel Patlán

Liturgy / Foto: Daniel Patlán

A las 11 de la noche llegó el momento que todos estaban esperando, poder ver y escuchar en vivo al trío japonés Boris. Callados y serios, tomaron sus instrumentos y después de inundar el escenario con hielo seco, se dispusieron a darnos una cátedra de ruido melódico. El sonido estaba por arriba de lo permitido para un concierto normal, pero de eso se trataba esa noche, de encontrar lo precioso del ruido y la belleza en lo violento. Los tres proyectos tienen una concepción diferente de violencia, sin embargo, todos la presentaron en su forma más pura, ojo, no confundir con transgresión. Boris nos dejó sin habla, no existen palabras tan precisas para describir lo que vivimos anoche, pero la manera en que revisitan el post-rock, el punk, incluso el rock pesado, es única. No se necesitan escenarios ostentosos, ni grandes producciones, lo que presentó el festival Aural el jueves por la noche en El Lunario fue una experiencia única, enriquecedora y violentamente bella.

Boris / Foto: Daniel Patlán

Boris / Foto: Daniel Patlán

Boris / Foto: Daniel Patlán

Boris / Foto: Daniel Patlán

Boris / Foto: Daniel Patlán

Boris / Foto: Daniel Patlán

Boris / Foto: Daniel Patlán

Boris / Foto: Daniel Patlán

Boris / Foto: Daniel Patlán

Boris / Foto: Daniel Patlán