Texto: @rulobn

Es en este segundo disco de The Babies que la mezcla de estilos e influencias entre Cassie Ramone de Vivian Girls y Kevin Morby de Woods realmente funcionan a la perfección, pues aunque el primer disco de la banda de Brooklyn tuvo un sonido que le gustó a muchos (sobre todo a los fans de Vivian Girls), ahora con Our House on the Hill se nota la convivencia entre el folk y el garage de forma más inteligente, pero también natural.

Siempre sobre una plataforma de sonidos sucios y melodías sencillas, The Babies hacen de este segundo material un soundtrack para viaje en carretera con letras que recorren desde historias sobre corazones rotos, hasta el optimismo y la alegría con la que se debe ver la vida. Con “Alligator”, “Slow Walking” y “Mess Me Around”, el primer bloque del disco es una puerta que te lleva de la mano a un pop dulce y ruidoso que se escucha a lo largo de las 12 canciones de este nuevo disco, el cual fue producido por el bajista de Darker My Love, Rob Barbato.

La voz de Morby domina el álbum, tal como en “Get Lost”, una canción donde detrás de él están las melodías vocales de Ramone únicamente como acompañantes pero que logran resaltar más adelante en canciones como “Baby” y “See the Country”, momentos cursi y de color pastel, divertidos y algunas veces entrañables que, aunque nos hacen recordar a Best Coast, también hacen de Our House on the Hill un disco refinado que no busca rebasar sus propios límites.

Como todo buen viaje en carretera, el disco tiene un respiro antes de terminar. “That Boy”, una canción que, en su mayoría toma forma con la guitarra y voz de Kevin Morby y que quizá funcionaría igual con una voz femenina, sirve de puente para llegar al final del disco donde, por una parte, “Chase it to the Grave” cierra el último eslabón de toda esa línea característica del disco, y por la otra, “Wandering” nos regala tres minutos más para pisar el freno de forma tranquila y gradual hasta terminar el camino.

Our House on the Hill es un corto y cómodo recorrido de 35 minutos que no es cansado y que simultáneamente nos remonta a un camino conocido, agradable y sin la intención de descubrir rincones extraños.